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1591 Cultura + Espectáculos CON LUZ PROPIA

Un capítulo del arte nacido en Italia y custodiado en Chilecito

La bella Italia dio a luz a una artista que crecería silenciosamente en el alma de Nocenta Pisetta, una madre que trabajó en pos de una promesa, dejando una prolífera obra, tras la pérdida más dolorosa de su vida.
Sara Gonzalez

Por Sara Gonzalez

Nocenta tenía piel de porcelana, mirada profunda, la juventud perenne en sus facciones, armonía dulce en el rostro, dueña de una impronta italiana en todo su ADN, su carácter imponía respeto, cuidaba detalles, era imperativa, apasionada y fuerte. Precavida hasta los últimos deseos antes de partir, Nocenta fue una mujer misteriosamente interesante, con magia entre las manos. Arte en el alma, de un intelecto nutrido, inquieto y ávido siempre de más saber, imponente y bondadosa también…

Ella fue de esas mujeres que nacieron para brillar con luz propia, dejando una huella labrada de autora, con inmaculada belleza en su firma. Aunque partió de este mundo, quedará eternizada en sus esculturas, en cada imagen captada de las variadas cámaras fotográficas, innovadora, con estilo propio. Dueña de la sensibilidad talentosa, habilidosa, con la que pocos seres humanos nacen. Artista incluso del lápiz, el pincel y amante del cincel.

Nocenta nació el 10 de marzo de 1904, en un pueblito llamado Fiera di Primiero, al norte de Italia, parte de la comuna de Trento, y muy cerca de Austria. Proveniente de un origen familiar sencillo y humilde, con raíces campesinas en su historia, en épocas donde la educación seguía siendo negada a la mujer y más aún quienes estaban sujetas a circunstancias menos favorecidas, aunque en su primera infancia ya fue notoria su gran capacidad: aprendió a leer y escribir. Era tal su enérgica decisión, que al llegar la noche prendía una vela, y se envolvía en una sábana para dar rienda suelta a su placer intelectual, libro en mano.

Tras la primera guerra mundial, a sus jóvenes 15 años fue enviada a Roma, y se produce el primer encuentro con la capital del arte, en sus memorias compartidas con su nieta, la Nocenta consagrada, relataba cómo su cuerpo y alma se impactó e impresionó ante tanto arte, absorbiéndolo en cada poro de su ser. Su naturaleza innata ya había despertado, aunque su ámbito familiar, de trabajo, cultivo y esfuerzo no daba mucho lugar para hablar del arte. Definitivamente el destino ya había diseñado un camino para el desarrollo artístico de aquella jovencita. El arte se convirtió en su oxígeno esencial para vivir. Y cuando más adelante, con un estilo de vida que le fue permitiendo el acceso a viajes, museos, libros, música, grabados, incluso idiomas, ya que hablaba perfectamente latín, y era capaz de recitar estrofas enteras de la Divina Comedia, con una lucidez brillante que era imposible evadir la sangre artística que corría por sus venas.

Cuando los designios del destino lograron que Carlos Pisetta, un Italiano de 70 años, que ya instalado en Chilecito La Rioja, con Bodega e industria propia, vuelve a su terruño Italiano, donde sepulta a su primera esposa. Conoce ahí a la joven Nocenta, que apenas rozaba la juventud con sus 22 hermosos años, pide su mano y una vez atravesado el duelo, vuelve a casarse en la tierra natal, y retornan al país. Así desembarca en 1930 la flamante esposa.

Con el fin de complacer a su bella Tana, don Pisetta le pregunta qué deseaba en el nuevo lugar, qué la haría sentirse cómoda. Su respuesta no sorprendió, dada la inquietud constante por aprender: pidió los servicios de una maestra, que por supuesto se convirtió en su aliada, todos los días a las 16 le abría las puertas del saber, aprendió el castellano, costumbres, cultura, tradiciones regionales. Todo aquello que fuera una herramienta útil para su plena adaptación en La Rioja.

Seis años después llego a su vida Carlos Pisetta hijo, nació a las 0.10 de la noche de Navidad, de 1936. Único hijo del matrimonio. Hasta aquel entonces toda la vida de Nocenta se centró y concretó en aquel hijo, quien creció hasta casarse y convertirse en padre de tres hijos. Sin embargo tristemente Carlos, su único tesoro muere a sus escasos 31 años. Fue entonces el momento más triste, doloroso para Nocenta, no obstante la maravillosa tana, resurgió de su propio dolor, canalizando aquella irreparable pérdida, de una forma tan singular como idílica con su propio arte, representativo y tan profundo en su significado más valioso. Con cada pieza, cada escultura que cuenta una historia, un fragmento de sentimientos dormidos que afloraron en la belleza del arte innato que siempre estuvo vibrando en todo lo que Roma impregno en ella. Tras la muerte de su hijo, acude a una Iglesia de Catamarca, donde agradece a la Virgen del Valle por el hijo que tuvo, y en ese agradecimiento adhiere una promesa, con la cual honraría la vida del fruto de su vientre. Sintió una consonancia con el nacimiento del niño Jesús y su propio niño, al que diera a luz una Navidad.

Después del más irremediable dolor que le significó sepultar a su único hijo y emerger de ese estado oscuro, nace de sus manos, como una artista, un idioma nuevo para expresar el amor que impulsó aquella promesa a la Virgen e inspirada en su hijo y comenzó a los 62 años un camino hacia sus primeras esculturas, donde tardó en encontrar el estilo propio. Nocenta fue una artista absolutamente autodidacta, sin ningún tipo de estudio, preparación previa, ni siquiera el mínimo encuentro académico con las técnicas del arte, nada amparó la fabulosa creación que daban a luz sus manos. Como si todos los dioses Romanos hubieran bendecido sus piezas, las formas perfectas en cada expresión de sus bustos, la luz, sombras,detalles imperceptibles pero tan tangibles a la vista, impresionan y maravillan en cada una de sus obras.

No cabe duda que fue una artista consumada, privilegiada con el genio de un talento sofisticado, delicado, fuerte, imponente, con la reverencia que inspira todo lo sacro que viene adjunto en una de sus obras principales, como lo es el pesebre de gran envergadura, y de la impresionante representación de la “ULTIMA CENA”, además… “MATERNIDAD”, “VIRGEN DEL VALLE”, “CHANGUITO CON ONDA”, “INDIO DIAGUITA” y muchas obras cautivantes, increíblemente vividas, que tengan la perspectiva que sea, transmiten emociones que impactan en la mirada hasta horadar en el alma.

Imaginar el dolor del cual emergieron dos décadas de creatividad artística, es tan imposible como pensar en la joya invaluable que significo para Chilecito las manos de Nocenta. Donde su trabajo permanece en la actualidad, para la dicha de los huéspedes de la posada, en la que se convirtió su casa, hogar donde fundó su vida, nació su hijo, sus esculturas, cuadros, y prevalecen su mágico aporte al mundo que la impactó gratamente cuando conoció el arte con el alma y los ojos.

Una mujer clara en sus conceptos, sincera, valiente, con un sentido del humor a toda prueba bajo cualquier circunstancia. Contundente con sus ideas, buscó siempre evadir caer en el título de ARTISTA, una realidad en la que es imposible no catalogarla con la magnitud que merece toda su obra. La ilusión de esa etiqueta no le era afín, y no aceptaba ser vista como tal, cuando era increpada en su calidad de artista, buscaba nombrar a los grandes, MIGUEL ANGEL, LEONARDO DA VINCI. Pero de ninguna manera se percibía ella misma como una par.

Sumergida en el dolor renació a la vida aquella jovencita que un día respiró arte, y como método sanador, con resiliencia pura, se abocó a la creación de sus esculturas, intervenciones, incluso mandó a construir un templo para el niño Dios, donde soñaba exponer su colección. No gozó de vida suficiente para ver finalizado su proyecto. Sin embargo, su nieta Claudia Pisetta cumplió los designios de su abuela con creces, se convirtió en la guardiana de honor, responsable de custodiar y mostrar estas increíbles esculturas. Ella es quien acompañó a su abuela en sus últimos años, y despidiera su vida de acuerdo y conforme a cada puntilloso pedido que recibió de aquella talentosísima Italiana bella y agraciada.

Nocenta en vida obsequió más de 300 piezas de arte a todo aquel que ella consideraba merecedor de tenerla. Una de las anécdotas más interesantes, como peculiares y únicas, es la del pequeño zapatito de barro cocido, con palabras grabadas que envió a los primeros astronautas en pisar la luna. Se dirigió a ellos con la humildad que caracteriza a los grandes genios.

En 1969 redactó una carta en la que expresaba su deseo de éxito en la travesía que estaban a punto de enfrentar, y en ese deseo, obsequiaba el pequeño zapato, para que acompañe en la nave y llegue a la luna. De puño y letra recibió la respuesta, nada más ni nada menos que de Neil Armstrong, agradeciendo profundamente el gesto, para conmemorar el vuelo espacial, e identificados con Nocenta y su sentido del arte, firmo el 23 de junio de 1969, su respuesta.

Pocos lugares en el mundo pueden contar tamaña historia. Lucen ambas cartas en cuadros expuestos, en la que actualmente funciona como la posada Nocenta Pisetta, donde perfectamente adecuado a las obras de esta artista, una galería completamente vidriada, deja al sol saludar cada pieza, que cuenta momentos icónicos y gloriosos del cristianismo, y la vida tan íntima como notoria de la gran y cálida Nocenta.

Contaba con 80 años, cuando un ACV atravesó su vida, dejando secuelas en su cuerpo, con una paresia en su lado izquierdo, lo cual detuvo su arduo e incansable trabajo. Más no dejó de seguir tallando, incluso con la mano derecha que gozaba de buena movilidad, continuó dándole formas diversas a su promesa de fe. Encontró la manera de adaptar un banco para sus herramientas, y sostenía su brazo inmóvil sobre una mesa, mientras se refugiaba en su inquebrantable sentido del humor y fuerza de voluntad, creaba a medida que sus últimos años le abrían las puertas de una memoria eterna. Su humildad en vida, jamás hubiese permitido el reconocimiento a su trayectoria y obra. “Mi abuela la artista” reflexiona su nieta Claudia, “no la puedo pensar así, eso me hace respetar su trabajo, la pienso como una abuela genio, divina, tana jodida, simpática, aquella que me escribía largas epístolas en sus nutridas cartas. Tan llenas de anécdotas y crónicas cotidianas, como históricas. Que aún conservo para mí.”

Pocos nietos pueden contar con el privilegio de haber sido parte de una historia cultural, artísticamente rica y valiosa, contemporánea y continuar transmitiendo el verdadero significado del amor y el arte. Una vida de completa entrega en su capítulo final a una promesa de amor desmedida, como eterna. Una historia que agrega valor al arte en todas las expresiones que de ella se puedan contar.

En la provincia de Córdoba, en el año 1990, a los 86 años de belleza y joven creatividad aun, falleció tristemente para el mundo del arte Nocenta Pisetta. Una mujer que supo saldar su dolor con una ofrenda de enorme valor, riqueza cultural, con matices únicos en cada anécdota. En su parla de connotación puramente Italiana, aquella belleza europea de pura cepa, que adornó la historia de Chilecito, embelleció un rincón Riojano, enarbolando en su cincel el talento que solo unos pocos tocados con la varita de los dioses llegan al mundo para regalar la belleza en variedad de formas y tamaños. Una entrevista pendiente con Nocenta, concretada con su riqueza en cada obra. Recordada por la conciencia de saber que el privilegio lujoso de Chilecito radica en haber sido y continuar siendo cuna innata de personalidades irrepetibles, autenticas y con firma de autor. La consagrada Nocenta Pisetta. Madre de Carlos, dueña de su promesa, autora de su arte plástica, fotógrafa, escultora.

Dos años después de su muerte fue Inaugurado el Templo del Niño, abierto al público seis años después en 1998. El Pesebre le llevó 25 años de trabajo, para terminar su obra cumbre, emblemática y redimirse en ella para partir, fue aquel su mejor homenaje al hijo de su vientre…

NOCENTA PISSETA CULTURA CHILECITO

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