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Opinión ANALISIS

Los femicidios cotidianos: la agonía del amor

“La tasa de separaciones es alta y con crisis serias en la resolución. Esto genera abandono de hijos y vínculos cruentos. Muchas mujeres crían solas a sus hijos. Antes los ayudaban los abuelos y ahora muchas no tienen esa ayuda y están agotadas.’’ (Boris Cyrulnik)
Juan Alberto Yaría

Por Juan Alberto Yaría

La desfamiliarización creciente de la sociedad junto al “invierno demográfico”, ya existente en nuestras tierras, en donde en el futuro decrecerá la población juvenil y aumentará la población de tercera edad (claro, en la Argentina en clases medias y no así en clases populares en donde faltan muchas veces padres presentes y escuela segura) parece tener mucho que ver con el auge del femicidio.­

El femicidio y el auge de lo antisocial en los vínculos amorosos anuncia una crisis cultural y social del amor como nutrición relacional entre los seres humanos. Aumentan cada vez más los femicidios en la Argentina, además todo esto ligado a un alto consumo de drogas y alcohol y/o de patologías mentales no tratadas. El miedo rodea estas relaciones ente víctimas y victimarios absolutamente complementarios.­

El miedo asegura el dominio y la posesión de la víctima. El problema es qué le pasa a la víctima que no puede salir de ese vínculo. Es la pregunta del millón. Porque así la víctima se transforma en victimaria de sí misma. Tema no hablado. No hay uno sin el otro, son complementarios y esta complementariedad parece ser necesaria. Nuevas formas de esclavitud compartida.­

Se hace cierto aquello de Hegel en la `Fenomenología del espíritu’: ``Si tu me matas tu te suicidas’’. Muerte de todos. Vidas no vividas. Paranoias al servicio de la destrucción en muchos casos alimentadas por químicos. Somos seres primariamente amorosos y secundariamente maltratantes y maltratados y como resultado del maltrato podemos enfermarnos. Gran parte de la historia de los traumas infantiles tiene que ver con el maltrato que luego perduran como `heridas’ abiertas en síntomas duraderos.­

Cuando se interfiere al amor el poder bestial y golpeador enfermamos y podemos morirnos en manos del que detenta el poder. Todas las semanas vemos esta situación. Los delirios pasionales, con la saga de celos, paranoia y venganza son un elemento permanente en estos hechos. La enfermedad mental está ahí y por supuesto sin tratamiento, porque la disociación de la personalidad de estas personas impide tomar conciencia de sí, o sea de su enfermedad.­

Los pacientes son una lectura de una época, surgen de déficits de la propia cultura que los recibió y en muchos casos los abandonó. Epoca que Edgard Morin nominó con excelsitud como de ``megabarbarie generalizada’’ con tres componentes esenciales:­

A) Individualismos extremo (la ley es el ego, y el narcisismo es la medida de todas las cosas).­

B) La errancia de los amores (`el toco y me voy’ forma parte de una cultura en donde la falta de compromiso brilla).­

C) La masificación del consumo de drogas (como hecho natural que limita y daña la naturaleza y la psiquis, así como la convivencia de los seres humanos).­

Los delirios pasionales

En el delirio pasional no hay reconocimiento del otro; el otro solo debe ser un apéndice de uno y esto se denomina técnicamente una desconfirmación como la no percepción de la existencia de un prójimo y de sus necesidades. Todas estas necesidades deben quedar supeditadas a las propias. A esto habitualmente se suma la descalificación como falta extrema de valorización del otro que lleva en algunos casos al exterminio.­

En muchas familias se van ejercitando desde una conyugalidad crítica (peleas, silencios llenos de desconfianza, maltratos, gritos, etc.) y/o en una parentalidad también crítica (ausencias, golpes con los hijos, negligencia, abusos incluso sexuales). Parentalidades en crisis y conyugalidad en dificultades llevan en los hijos y en la vida misma de la familia o de los grupos convivientes a tres hechos claves: triangulaciones, deprivación afectiva y caotización de los vínculos intrafamiliares.­

A) Triangulaciones (habitualmente un hijo se transforma en presa de uno de los miembros contra el otro, el hijo parece estar en el medio que, como pelota de fútbol, va de un lugar a otro de acuerdo con el ritmo de los contendientes).­

B) Deprivaciones como elemento central hoy con el abandono del hijo o de los miembros de la conyugalidad entre sí; todos están ausentes sin aviso con la consecuencia depresiva por la falta de nutrición relacional que es la base de un grupo. Tres elementos claves de la humanización se encuentran ausentes: contacto personal; contacto emocional y sentirse perteneciente a un grupo que marca una identidad.­

C) Caotizaciones en donde ningún orden, regla o ley está en juego y el grupo de pareja y/o familia está al vaivén del egocentrismo en donde el eslabón más débil sufre las consecuencias; llámese hijo o mujer. El caos como desorden generalizado lleva al niño en la mayoría de los casos a la calle y así se inicia el proceso de marginalidad y la socialización queda transformada en desocialización y entrada a un mundo extrafamiliar habitualmente patógeno.­

Triangulación, deprivación y caotización son las tres grandes variedades del maltrato psicológico cuando una conyugalidad está alterada o una parentalidad está en crisis.­

Parentalidad en crisis­

Se va facilitando en el joven triangulado o que vive en ambientes caóticos la entrada en bandas, venta de drogas, la pertenencia a `barras bravas’, la alianza negativa con grupos marginales y se va conformando lo que hoy se denomina el ``narcisismo maligno’’ (Otto Kernberg, analista especializado en trastornos de la personalidad severos). ­

El síndrome de narcisismo maligno esta caracterizado por una personalidad por un egocentrismo extremo, envidias, tendencia a sentirse en competencia con todos los demás, superioridad, tendencia a devaluar a otros e incapacidad de empatizar. Hay una sensación emocional crónica de vacío con abuso de drogas y alcohol para compensar esta sensación y conductas antisociales francas (mentiras, destrucción a entidades sociales).­

El femicidio como muerte y agonía del amor en esta cultura lleva al auge de las personalidades antisociales que buscan siempre una víctima complementaria (una mujer, por ejemplo). No hay antisocial sin un par complementario. El tema es tan amplio que también nos muestra nos muestra el problema del amor en esta época. El reconocimiento del otro en sus diferencias y en su singularidad es una característica del vínculo amoroso.­

Esto indudablemente está hoy en crisis. Esto nos acerca a antepasados caníbales y sanguinarios en donde el otro y los otros parecen no existir. El reconocimiento implica la percepción de las necesidades del otro. Lo contrario es el imperio del ego y la desconfirmación y violencia hacia el otro. ­

La supervivencia del amor (Eros griego) como desasimiento de sí y ofrenda al otro está desapareciendo por la vigencia del narcisismo lo cual lleva a la desaparición del otro y del amor mismo. El filósofo Byung-Chul Han se pregunta si es posible el amor en el siglo XXI.­

El autor es Director general de Gradiva - Rehabilitación en adicciones. Publicado en el diario La Prensa, Buenos Aires.

FEMICIDIO

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