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1591 Cultura + Espectáculos ADN RIOJANO

Chaya: tradición de una raza sublimada en la sangre

Manuel Vilte es un gestor cultural chileciteño de gran valor, defensor y conservador por excelencia del ritual sagrado.
Sara González

Por Sara González

“La Chaya es una muchacha que va dejando en el aire su perfume de albahaca y el eco de una vidala, la Chaya moja los campos, es suave rocio de agua y las penas se evaporan en su cuerpo de guitarra. La Chaya llora la ausencia de un lejano amor perdido que se fue con el Puyai y se enterró en el olvido. La Chaya regresa siempre, o mejor dicho nunca se fue. Baila al compás de las cajas con su rústica belleza y un hechizo en su mirada”.

La sangre de la Chaya corre en el ADN Riojano, tiene la virtud de adentrarse en el alma a través de las coplas, con el aroma de la cosecha, el color de la nieve que cobija las cúspides de sus cerros. Tiene don y talento ancestral de armonía rítmica que vibra en las cajas chayeras, finalmente brota en el canto lento y poético de una métrica perfecta. Única e incomparable con ningún sentimiento pensado sin sentirse riojano, o bautizado con el palpitar de la identidad, la cultura e historia en esta tierra federal como un legado de sus antepasados.

Manuel Vilte es un gestor cultural chileciteño de gran valor, defensor y conservador por excelencia del ritual sagrado. Comienza evocando a su nítida memoria, sus ojos trasmiten la emoción que instantáneamente traspasa el alma. “Todo niño riojano nace con una vidala en el corazón” dice cual poeta nato, y es que la pachamama lo ha dotado con el privilegio de sentir latir su sangre con las vidalas, y en sus manos las cajas Chayeras toman vida, no sólo porque es un talentoso creador de ellas, las ama desde sus inicios en las formas más perfectas y después las venera con su voz clara, profunda, penosa pero con la dualidad de la alegría en el mismo sentimiento.

“El Puquial” es el nombre del patio Chayero de la segunda generación familiar de los Vilte, un templo con piso de tierra que guarda memorias de la danza aferrada a las coplas, el callejón de la vidala atraviesa el enorme patio y sus árboles esperan ser testigos de cada nuevo febrero. ”La Chaya se hizo Vidala en el corazón de los Chileciteños, la llevamos impregnada en la sangre; en el año 1957 en esta casa se funda el patio Chayero, un refugio de la cultura y así se comenzó a festejar ininterrumpidamente hace más de seis décadas. A pesar de las vicisitudes de la vida, el lugar y el festejo es una terapia de amigos, de hermanos que llegan desde muchos lugares a festejar cada febrero. Doña Simona, madre de la Tona Páez, quien murió a los 107 años, junto a Doña Rosita Luna, cosecheras y Vidaleras, fueron mujeres íntimamente ligadas a este legado. Todos pertenecían al círculo afectivo amistoso de mi padre, quien también era agricultor, y desde ese lugar, entiendo, existió siempre una conexión profunda con la Pachamama. Desde esos tiempos se reunían a cantar, nací en ese seno. En aquel entonces mi familia vivía en Nonogasta, y todos los febreros mi casa era el punto de encuentro”.

Manuel tiene el alma atravesada por el sentir de las vidalas y se manifiesta como un férreo defensor de la misma, interpreta la vida y sus aristas desde las coplas. Camina lentamente en el Puquial, que abarca desde la calle Santiago Bazán, hasta otro callejón paralelo, denota nostalgia mientras observa las hojas que forman una alfombra sobre el suelo, como si resguardara la memoria de quienes fueron felices sobre aquel suelo, pero ya partieron, y provoca un recuerdo triste en el corazón del vidalero más fiel a su amada Chaya. Las sillas mudas se acurrucan en un rincón, Manuel recita coplas con los ancestros de generaciones pasadas, aletargadas hasta que… “Esta cajita que toco yo mismo la hice, sin que nadie me enseñara y fue pa’l tiempo de mis mocedades en víspera de una Chaya, cuando todavía era verde el color de mi esperanza. Y porque no se la vendo pa folcloristas que cantan, primero señor vendiera los ojos de mi cara (…) y quien se hizo pena pa llorar las vidalas y quien le dio luz a mis pesares cuando Dios llamó a mi amada, si anduve chuma ‘o cantando durante varias semanas, pa ver cómo olvidarla. Yo sé que soy indio viejo, y que mis tiempos se acaban y como el quincha ‘o de mi rancho, si cada sonda lo ralla…”

Febrero es la expresión de un festejo especifico, el legado genuino que el diaguita plasmo en el ADN riojano, sin embargo abarca espacios, historia, música, instrumentos, arte, vidalas, poesía, metáforas que la pachamama ejerce entre el pasado y el presente. Darle un simple momento del año subestimaría completamente el valor y la importancia de toda una ideología de vida transmitida de generación en generación. El tiempo ha transmutado la Chaya en algunos espacios, algunas formas, otros grandes referentes de la misma han dejado sus huellas en el camino, y partieron, no sin antes dejar la posta al siguiente guardián del testimonio histórico que late en el pecho Riojano, a veces dormido, a veces soñador y enamorado, a veces febrero, a veces es la albaca hecha perfume, a veces es la autenticidad chileciteña marcando la diferencia ante el mundo, y otras es un riojano siendo el distinguido argentino. La Chaya es el misticismo del talento nativo que se compenetra en la piel y eriza los sentidos. No se podría disociar una emoción tan representativa, y dejarla en un solo mes, cuando el cielo azul, las noches estrelladas, las cumbres nevadas, los viñedos, el vino con su cepa autóctona que brota del torrontés, y los caudillos todos. Han tenido el mismo arte Chayero en las venas, se dice Chaya, se festeja en febrero, se siente desde que nacen hasta que mueren, se reza en vidalas, se ríe y llora con coplas…se siente riojano y se abraza a la identidad más profunda.

Chilecito tiene un circuito de la Vidala, en su Chacalata el visionario poeta Chileciteño Chacho Uniquen, los nombra sin olvidar ninguna. Los Sarmientos, La Puntilla, El Pomán, El Rincón, Anguinan y El Puquial. Al quedar inmortalizados en los versos de Uniquen, se continúa dando un sustento importante en estos rincones de Chilecito, en ellos se preservan muchas historias, y sobre todo siguen inculcando el sentimiento Chayero que está prendido en el alma. Muchos cantautores argentinos han palpado de cerca a la Chaya, quedando cautivos del hechizo propio que emana la misma, como Don Atahualpa Yupanqui, quien en los años ’50 inspirado escribió hermosos versos, y los hizo vidala el Chango Rodríguez, bajo el título “Vidala de la Copla”, dejando así el imborrable testimonio del encanto chayero, que inspiró al gran cantor argentino.

El Puquial, un icónico patio Chayero, templo del ritual más sagrado de esta cultura, ha sido el resguardo seguro para seguir manteniendo viva en su esencia más pura este sentir.

Cuenta Manuel: “Hemos tenido la virtud de saber interpretar y abordar siempre la Chaya desde todo lo grandilocuente que ella es. Indescriptible en palabras, enorme en el sentir, profundamente arraigado. Y así fue que llegaron hasta este patio, canales nacionales, como Encuentro y Crónica. Además del Canal 9 de la Capital provincial, con quienes compartimos un día de fiesta y sentimientos tan variados, dándonos la oportunidad de trascender desde la lejanía que implica nuestra geografía”.

Para Manuel la Chaya es un estilo de vida, hacedor y gran guardián de la historia que ha fundado la perla del Oeste, ha tenido un merecido reconocimiento por cultivar los valores reales y ancestrales. En febrero del 2021, la Cámara de Diputados de la Provincia De La Rioja, le otorgó un reconocimiento por su compromiso y labor ligado a la Chaya. En el mes de octubre del 2022, la Cámara de Diputados vuelve a brindarle su reconocimiento, “Por su aporte a la cultura de la Provincia”.

La humilde forma en la que Manuel ejerce y ejecuta un invaluable aporte a la Cultura, también habla de los valores que significan Chaya en la piel de esta sensible y maravillosa persona. El Puquial tiene heredero asegurado, la familia Vilte ha sabido gestar en sus hijos el compromiso con la Chaya. Manuel sonríe tímidamente y siempre tiene música en sus oídos, una caja entre las manos, arte en el alma, latidos de vidalas en el pecho, recuerda con una nostalgia inmensa a sus amigos vidaleros que partieron, sus ojos se llenan de emoción mientras bajo el sol del invierno recorre el silencioso Puquial. Él es Chaya, y abraza con mensajes de la pachamama.

Un canto a la vida desde hace siglos tiene cita obligada en Ffebrero, persiste todo el año entre los habitantes de la Perla del Oeste, en sus calles, sus patios, es fiesta gastronómica, donde los sabores y aromas de la región se mezclan en una explosión de sabor. Tradiciones varias que se han mantenido vivas a lo largo de los siglos, con distintas celebraciones, Chaya es una invitación constante a unirse a la danza, la alegría, la amistad, a compartir la vida y la tierra en homenaje vívido a la Chaya.

Todos los días son Chaya, los acordes del viento entre quebradas de montaña, la fragancia de albahaca en las siestas recorriendo viñedos. Sonidos y acordes de un ADN único en todos los fragmentos de sus leyendas pasadas.

“La Chaya se queda y el vino se va… y el hombre se aleja del pueblo natal, silbando una copla de su carnaval”. (…) “Vidalita… ayyy vidalita yo tengo sangre diaguita”…

CHAYA ADN RIOJANO ENTREVISTA

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