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1591 Cultura + Espectáculos EN LA HISTORIA

El sortilegio de aquel caminito

Nació el 19 de febrero de 1881 en La Paz, Mendoza, curiosamente el día de su nacimiento coincide con el aniversario de la fundación de Chilecito, lugar que amó cual cuna del corazón, donde a sus 95 años murió, el último día de octubre.
Sara González

Por Sara González

¿Volverán a encontrarse la poesía y la música de formas tan perfectas? “Desde que se fue, nunca más volvió, caminito amigo, yo también me voy”.

El invierno parece ser perenne en el silencio del cementerio, el cielo encapotado desprende de su naturaleza otoñal una brisa casi imperceptible, mece suavemente las copas de los señoriales árboles que resguardan el ingreso al silencio profundo de la muerte, un silencio que no incomoda. Existe un halo de misterio que se percibe en el trinar de los pájaros, que ahogan penas externas. La quietud es absurda, después de vidas tan increíbles, talentosas, e impactantes, de aquellos que inmortalizados con sus huellas, dejaron impregnados de arte el mundo. Gabino Coria Peñaloza, se lee en la tumba: “Aquí descansa quien en vida tuvo un corazón de niño”.

Nació el 19 de febrero de 1881 en La Paz, Mendoza, curiosamente el día de su nacimiento coincide con el aniversario de la fundación de Chilecito, lugar que amó cual cuna del corazón, donde a sus 95 años murió, el último día de octubre. Entre sus vaivenes de vida se meció la inspiración, para que Caminito, El pañuelito, y Margaritas, icónicos tangos pudieran nacer. Poeta por naturaleza, excelencia y talento, gran escritor, además periodista. Colaboró con varias revistas: El Mundo, Atlántida, Caras y Caretas, Las Letras, Diario La Nación, y Nativa, en la cual actuó como cofundador. Siempre dejo el bosquejo de su vida sublimado en sus poemas, libros, e historias traspasadas desde sus relatos a sus hijos, más tarde a su nieto el reconocido músico, Jorge Coria Peñaloza, quien gentilmente se sienta frente a un café, e iniciamos un diálogo colmado de hermosas perlas históricas, parte de la chispa brillante de humor y creatividad que sus genes conservan de su abuelo Gabino Coria Peñaloza. Comienzan a lucirse.

J.C.P: “Voy a contarte cómo llegó a quedarse en Chilecito mi abuelo, esa historia nunca se la conté a nadie, te la voy a regalar…”

Gabino se dedicaba a inspeccionar las Fincas del Noroeste Argentino, en sus jovencísimos años debía realizar un control estricto sobre las mismas, ya que se acostumbraba en aquel entonces a fabricar vinos, arrope, y demás bebidas alcohólicas, sin controles pertinentes, lo cual generaba un riesgo en el consumo, y por ende el trabajo de los inspectores era de sustancial importancia. Gabino sin embargo era bastante flexible en estos controles, sabía que en su mayoría, las familias dueñas de las fincas, debían recurrir a estos “extras” para incrementar el escaso ingreso económico. Realizaba largos y agotadores viajes a caballo, cubriendo enormes distancias entre provincias, y pueblos. En cierta ocasión, es enviado en compañía de otro inspector, que a diferencia de su vista ciega sobre estas prácticas, era sumamente rígido. Tomó entonces la precaución de enviar un mensajero a Famatina, con el objetivo de dar aviso no sólo de su llegada, si no de otra compañía desconocida para ellos. Comúnmente llamados en aquel entonces chasqui, el mensajero llegó a destino para poner sobre aviso. El colega de Gabino siguió su viaje hacia Famatina, mientras él se quedó en Chilecito, cubriendo su sector. Sucedió entonces, la desaparición del inspector que lo acompañaba, y nunca más se supo de él, ni fue hallado su cuerpo. No obstante, recibió un mensaje desde Famatina, a través de otro chasqui, con un preocupante mensaje amenazador: el mismo indicaba que por su seguridad no se involucrara, ni se moviera de Chilecito, de otro modo correría la misma suerte que su colega. Fue tal el pavor que causó en el joven Gabino, que se instaló en Chilecito, preservando su vida. La hipótesis sobre el hecho fue posiblemente, lo más cerca que se pudo llegar a la verdad, se sospechó que la intervención del inspector no fue bien recibida, llevándolo a la muerte en manos de sus verdugos, que no dejaron rastros.

Así Gabino quedo prendado del majestuoso Chilecito, donde quedó cautivado por su belleza y comenzó a estrechar vínculos, aunque más tarde se trasladó a Buenos Aires, donde desarrolló una vida activa profesionalmente, nutrida culturalmente, y sumamente rica a nivel creativo, relacionándose con el mundo del Tango. En aquellos años ingresó al círculo de grandes referentes como Juan Filiberto, Carlos Gardel, José Razzano, Francisco Canaro, y tantos otros fundacionales hombres del Tango y la música. Comenzó para el descendiente del último caudillo Federal, “Chacho” Peñaloza un camino de laureles y gran reconocimiento. Intervino profundamente en la elite más importante de la gran ciudad. Fue entonces que Caminito, su prosa poética se encuentra con la música de Filiberto, que ante tamaña letra, no pudo menos que dar vida a uno de los tres tangos más escuchados alrededor del mundo. Interpretado en la voz del eterno Carlos Gardel, llegó a la cúspide y se colmó de éxito. Esperaba a esta historia de amor escondida por el destino y sus desavenencias, un final inesperado.

En Olta corría el año 1902, cuando por situaciones climáticas, Gabino queda varado en aquel pueblo de 500 habitantes, iba desde Chilecito hacia San Juan, hospedándose en una casona. Participa de las tertulias a las que era invitado, y queda encantado con un piano de cola que se hallaba en la casa. Pidió entonces que alguien ejecutara el impresionante instrumento, ya que en aquella época no era común ver ni escuchar el sonido de un piano, en particular este llegó desde Chile, a lomo de mula. Convocó a su mejor alumna la anfitriona, y el enamoramiento fue mutuo e instantáneo, entre Gabino y la joven. Ella perteneciente a una familia de clase alta, quienes inmediatamente se opusieron a la relación, a pesar de ello, los tórtolos vivieron un romance tan fugaz como intenso. Gabino se marchó con la promesa de volver… un año después cumplió su palabra, mas no halló a su amada, ni rastros de su paradero. Como nadie le brindo información, plasmo aquella triste historia, en cada sentido verso de Caminito, volcando su dolor en la creación del poema, con lágrimas del enamorado quedó aquel caminito que ingresaba a Olta acompañado de acequias, guardando la memoria de una historia única.

Los músicos, escritores y poetas del Buenos Aires aquel que en 1920 empezaba a valorar y acuñar gigantes artísticos, destacaban de Coria Peñaloza su agudeza como poeta, definiendo sus prosas como la interpretación justa de la literatura formal, con una tesitura ingenua y profunda, en las letras que tuvieron música de talentosos, e interpretada por prodigiosos cantantes. Gabino marcó un antes y un después en el mundo joven del tango, que no perdió vigencia alguna en tantos años. Caminito tiene un lugar privilegiado, elogiado alrededor del mundo, homenajeado en tantos tiempos y de diferentes maneras, el lugar más reconocido popularmente y visitado por millones de turistas, es la calle bautizada con el nombre del tango, preservado como patrimonio cultural, en el barrio de la Boca.

Después de algunas décadas en Buenos Aires, retorna a Chilecito, su lugar por elección, junto a su segunda esposa, se instala y publica tres libros. Cantares, La canción de mis canciones, ambos publicados en 1939, y El profeta Indio, en 1950. Su pluma marcó una gran espiritualidad en sus libros, para la época fueron inéditos, en la actualidad conservan la vigencia visionaria, que pocos brillantes intelectos traen consigo al mundo. Fue contemporáneo y amigo leal de Joaquín V. González, Arturo Marasso, Hermes Quintana, con quienes compartía veladas, fiestas, filosofías y una grandeza intelectual nutrida en sus notables vidas. Gabino era dueño de un sentido solidario inmenso y noble, amigo de sus amigos, anfitrión de lujo, sociable, de un humor inteligente y sagaz. Elegante siempre, entre el saco, la corbata y el brillo de sus zapatos perfectamente lustrados, no había atisbo de desprolijidad. Estimado por sus condiscípulos, cálido en su trato. Un hombre de gran estima.

Trajo la primera imprenta a Chilecito y con la misma imprimió sus propios libros, su prolífico trabajo fue destacado en muchos ámbitos, reconocido y admirado. Pero su humildad y sencillez lo inmortalizaron en todas las historias que se elevan con el viento, entre voces, a cielo abierto. Hay un espacio de quietud y respeto, acunado por los cerros, protegidos por el suelo amado de Chilecito, comparten el lugar del descanso Joaquín V. González, Arturo Marasso y Gabino… el silencio guarda sus secretos, y grita la majestuosidad de los genios que escribieron la historia con protagonismo propio. Hay mucho aun por contar, más por transmitir, y tanto por escribir… Benito Quinquela Martín, fue el gestor y movilizador, para que Caminito, en La Boca, sea el segundo hogar del épico Tango, impulsó el proyecto hasta ser transformado en Patrimonio, con reconocimiento internacional, formando parte esencial de una cita obligada con la historia, cultura y el arte argentino. En 1971 una calle de Chilecito recibió el nombre de Caminito, en honor al escritor y poeta Gabino Coria Peñaloza.

“Caminito cubierto de cardos. La mano del tiempo su huella borro. Yo a tu lado quisiera caer, y que el tiempo nos mate a los dos”.

HISTORIA VIVA

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