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Pintar la aldea

Una reseña para el libro "Naranja esquina" del escritor tucumano Fabián Soberón.
Fernando Viano

Por Fernando Viano

Dice Edgardo Rodríguez Juliá: “Los cuentos de Naranjo esquina entrecruzan historias que ocurren en un pueblo perdido de Tucumán. Una mujer sin brazo, un pintor que se eleva, un músico snob, un católico inusual, un militar refinado, un joven nudista, un crimen extraño y un anarquista sin aliento se mezclan en una atmósfera delirante, un aplastado horizonte enrarecido por el inexorable pasado y por el inexistente futuro”. Puede que sea la de Juliá una ajustada síntesis para una obra que atraviesa por diferentes estados de ánimo, según vayan transcurriendo los relatos de un iluminado Fabián Soberón, entretejiendo identidades e historias que generan intriga en el lector. Pero puede también que la de Juliá sea, al tiempo que acotada, la más precisa de las síntesis que se pueda realizar para “Naranjo esquina” (Ediciones Ente Cultural de Tucumán). El todo y la nada. Lo mayúsculo y lo minúsculo. Lo grandilocuente y lo pequeño en un mismo lugar, en un idéntico espacio. Historias mínimas que cobran una fuerza inusitada, al igual que podrían desaparecer, difuminarse, pasar por el frente de nuestros ojos sin que las veamos. Y es que cabe aquí la pregunta: ¿Qué sería de estas historias, sin la filosa intuición del escritor tucumano?

Soberón nos ofrece, en bandeja, el devenir de la vida misma reflejada en un puñado de personajes creados (¿o reales?) con maestría, pero también con humanidad, en medio de una geografía que podría ubicarse en cualquiera de nuestros escenarios pueblerinos norteños, tanto más si se trata de especies de comarcas casi olvidadas, abandonadas a su suerte o destino, con todas sus vivencias dentro, teñidas de un manto de duda, de sospecha, de ignorancia (por lo que no se ve), pero también de esa curiosidad tan palpable entre sus habitantes, esa mirada sobre lo ajeno, sobre lo que pertenece a otro pero se quiere hacer de uno a cómo de lugar, rodeándolo incluso de lo fantasioso que termina por convertirse en pulsión vital, condición que hace a la naturalidad y a la persistencia de las determinaciones sociales históricas.

“Naranjo esquina” es, a simple vista, un libro de cuentos maravillosamente ilustrado. Una preciosa invitación visual a sumergirse en los interiores de un interior profundo. Pero sería un error quedarse solo con eso. Porque detrás o debajo de lo visual que muchas veces distrae, subyace un universo elemental concebido por Soberón. Un universo fantástico, aunque absolutamente real, gracias a la conexión que el escritor logra establecer entre eso que se cuenta y que puede pertenecer a lo irreal, pero que termina por afincarse en lo sustancial de nuestra propia existencia, sin importar ya el origen de donde provengamos. Es tan cercana la narración, tan próxima a nuestros tiempos y espacios, que termina por convertirse en una inevitable apropiación. Tal es el oficio del escritor que termina por pintar la aldea que nos pinta el mundo. O, al menos, nuestro mundo. El de este lado de los puntos cardinales. Nuestro mundo próximo, aunque mayormente invisibilizado, por no decir ausente para los ojos de casi todos. Y una vez más, la pregunta: ¿Qué sería de ese mundo si Soberón no lo pusiera en palabras? Y aún más: ¿Qué sería de ese mundo si Soberón no lo pusiera en términos cinematográficos?

Uno puede pasearse por las páginas de “Naranjo esquina”. Leer cada uno de los cuentos que van entrecruzando historias es como caminar por las calles del pueblo, como sentir los aromas, los sonidos. Y una instancia que se erige superior: escuchar las voces. Esas voces que tienen tanto para contar pero que, sin embargo, habitan en los silencios cómplices de lo prohibido. Eso que todo el mundo (de Naranjo esquina) sabe, pero que nadie se atreve a decirlo. Eso que queda entre las sombras, a la espera de que alguien lo ilumine. El secreto, al fin contado. Lo tantas veces dicho, pero en este caso, vuelto concreto: Soberón le da voz a quienes no tienen voz. Otorga identidad. Pero por sobre todas las cosas, lo ya señalado: el escritor tucumano nos ofrece, en bandeja, el devenir de la vida misma reflejada en un puñado de personajes creados con maestría, pero también con humanidad, en medio de una geografía que podría ubicarse en cualquiera de nuestros escenarios pueblerinos norteños. Porque puede que en esa aldea, en definitiva, puede que en Naranjo esquina, en resumen, habitemos todos.

SOBRE EL AUTOR

Fabián Soberón
Fabián Soberón

FABIÁN SOBERÓN NACIÓ EN TUCUMÁN, ARGENTINA. EL LICENCIADO EN ARTES PLÁSTICAS Y TÉCNICO EN SONORIZACIÓN. SE DESEMPEÑA COMO PROFESOR DE TEORÍA Y ESTÉTICA DEL CINE, HISTORIA DEL CINE, COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL Y CRÍTICA DE CINE EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE TUCUMÁN.

OBTUVO LA BECA NACIONAL DE LA CREACIÓN OTORGADA POR EL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES. COLABORACIONES Y FICCIONES SUYAS SE DIFUNDEN EN INFOBAE (ARGENTINA), VICEVERSA (ESTADOS UNIDOS), HISPAMÉRICA (ESTADOS UNIDOS), SUBURBANO (ESTADOS UNIDOS), PERFIL (ARGENTINA), Y LA GACETA (ARGENTINA). INTEGRA VARIAS ANTOLOGÍAS. FUE TRADUCIDO AL INGLÉS, FRANCÉS Y PORTUGUÉS.

PRESENTÓ SUS LIBROS Y SUS DOCUMENTALES EN UNIVERSIDADES Y OTROS ESPACIOS DE ESTADOS UNIDOS, FRANCIA, ALEMANIA, ESPAÑA, ISLANDIA, PUERTO RICO Y SUECIA. PUBLICÓ LA NOVELA “LA CONFERFENCIA DE EINSTEIN”, LOS LIBROS DE RELATOS “VIDAS BREVES”, “EL INSTANTE” Y “EDGARDO H. BERG”, LAS CRÓNICAS “MAMÁ-MOTHER” (EDICIÓN BILINGÜE), “CIUDADES ESCRITAS” Y “COSMÓPOLIS. RETRATOS DE NUEVA YORK”; LA NOUVELLE “LAS GALLINAS”, EL VOLUMEN “30 ENTREVISTAS” Y “EL VIAJE INMÓVIL. CINE DEL NORTE ARGENTINO”. COMO DIRECTOR DE CINE REALIZÓ “LUNA EN LLAMAS” (SOBRE LA POETA INÉS ARAOZ), “ALAS” (SOBRE EL POETA JACOBO REGEN) Y “GROPPA (UN POETA EN LA CIUDAD)”, ENTRE OTROS. ES COMPILADOR DE LAS ANTOLOGÍAS “EL PUENTE, CUENTOS DE AUTORES TUCUMANOS” Y “EL ESPEJO VIVO, CINE CONTEMPORÁNEO DE TUCUMÁN”.

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