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1591 Cultura + Espectáculos LECTURAS

Una voz, diez voces, todas las voces

Una reseña para el libro "Historial de la cuerda floja. Diez cuentos de escritoras argentinas".
Fernando Viano

Por Fernando Viano

Lo que más atrae de la cuerda floja es que siempre está latente, inevitable e irremediablemente, la sensación de que en cualquier momento se puede caer. Lo que más atrae de la cuerda floja, en consecuencia, es el precipicio, allí abajo. El salto, sin red, luego de perder el equilibrio. La caída hacia un espacio que no sabemos muy bien; eso que no se ve, allá en el fondo. Igual que cuando uno se paraba frente al ojo del aljibe y se quedaba a ver ese espejo de agua que, en realidad, nada dejaba ver y entonces sólo se trataba de imaginar la profundidad, la distancia hasta el fondo y esa sensación abrumadora de no tener de dónde agarrarse para salir, lo que haría aún más angustiante la asfixia hasta...¿el fin?

En los diez cuentos que componen “Historial de la cuerda floja” (Lago Editora, 2022) el lector convive con esa misma sensación. En lo constante, en lo permanente, las voces de Ana Sofía Rey (Córdoba), María de los Ángeles Fornero (Carrilobo, Córdoba), Déborah Leonor Barrionuevo (La Rioja), Patricia Ávila (Córdoba), Susana Roitman (Mendoza), Soledad Galván (Bell Ville, Córdoba), Andrea Farchetto Ferreyra (Colazo, Córdoba), Laura Moreno (Córdoba), Viviana Barrionuevo (Córdoba) y Silvia Laura Nicolini (Córdoba), conviven con esa instancia previa a lo inmediatamente posterior, a lo que está por pasar, a lo que está por ocurrir y que puede ser determinante, incluso cuando no suceda. Esa tensión que subsiste a todas y cada una de las historias matiza la avidez de una lectura que no se detiene a la espera de que el aljibe con su espejo de agua nos trague y nos envuelva en lo abrumador de no tener de dónde agarrarnos para salir.

Allí es donde radica -quizá y si lo hubiera como tal- el desafío más grande de aunar expresiones diferentes, miradas distintas, en un único espacio compartido: lograr cierta y concreta unidad en lo diverso de las voces, atravesando así toda línea de caos (persistente, sin embargo) para introducir a quien transita por las páginas de este libro en una especie de refugio que, no obstante, se aproxima demasiado a lo inestable, a lo inseguro. La zona de confort que se fractura para dar paso, luego, a una instancia que se ofrece superior, el pie sobre la cuerda floja, intentando lograr el equilibrio (que de todas formas se va a perder), asumiendo a la caída como un hecho factible.

Estos diez cuentos de escritoras argentinas -y más que de escritoras argentinas, de mujeres argentinas, y más que de mujeres argentinas, de mujeres- atrapan en ese hilo delgado. Atrapan y sorprenden por sus formas, por sus maneras, por sus escrituras que son absolutamente personales en sus estilos bien definidos, pero que al mismo tiempo se van confundiendo, amalgamando una única estructura en ese decir tan particular que va de un extremo a otro de la cuerda, manejando códigos y lenguajes particulares que terminan por convertirse en una esencialidad a partir de esas temáticas que no saben de territorios pero que conforman una geografía propia, vital e indispensable a la hora de mostrar, de exponer y de plantar bandera.

Muy bien lo acentúa y sintetiza -como no podía ser de otra manera- la reconocida y destacada escritora riojana Cecilia Pagani en el prólogo de “Historial de la cuerda floja”, cuando sostiene: “En definitiva, estos relatos suman sus voces, su sensibilidad, su singularidad a las nuevas expresiones del género. Excelente noticia dentro del mosaico multicolor de las distintas expresiones de las Literaturas de la Argentina”. Un resumen preciso y a la vez de una amplitud que se sostiene en otra certera afirmación: “’Historial de la cuerda floja’ es una preciosa antología. Y necesaria, sin lugar a dudas”.

Y es que puede que aquí, lo necesario, sea tan vital como lo es esa sensación de inestabilidad, de inseguridad, de manto de duda que causa la lectura de estos cuentos en los que no hay espacio para las condescendencias, para la complacencia o lo benevolente. Y es que puede que allí radique, en definitiva, lo atractivo que se convierte en impulso lector, más allá de toda perspectiva propia. ¿De qué otra cosa podría tratarse la caída? Y más aún: ¿De qué otra cosa podría tratarse el treparse a la cuerda floja? Es esa instancia previa a una instancia posterior que va a llegar, que va a sobrevenir y que puede que nos cambie para siempre. Y es que puede que también se trate de cambiar. Pero no sólo de cambiar, sino también de asumir ese cambio del que somos parte en la transformación en lo constante.

Fabio Martínez, en el prólogo del libro “Dimensión Afectiva” (Plano Editorial 2022) de la escritora riojana Eugenia Murúa afirma: “Es una mujer la que escribió este libro. Estoy seguro de que muchos dirán que esto no tiene nada que ver, pero les cuento algo, en el 2009, acá en Córdoba, la estimada Lilia Lardone editó una antología de jóvenes narradores a la que denominó ‘Es lo que hay (Antología de la joven narrativa de Córdoba’ y entre veinticuatro escritores sólo encontró a dos narradoras. Las cosas cambiaron desde aquella época y a nivel nacional y sobre todo en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba aparecieron nuevas narradoras muy interesantes. Por eso mismo hay que celebrar que en La Rioja suceda lo mismo, que sean las mujeres las que se animen a escribir cuentos y sobre todo que tengan el espacio donde publicar sus escritos”.

Bienvenido sea entonces “Historial de la cuerda floja”. Bienvenida sea la sensación de que en cualquier momento se puede caer. El salto sin red, luego de perder el equilibrio. La caída hacia un espacio que no sabemos muy bien. Y esta voz. Estas diez voces. Todas las voces.

SOBRE HISTORIAL DE LA CUERDA FLOJA. Historial de la cuerda foja se despliega a lo largo de diez cuentos que evocan el equilibrio precario entre la fragilidad y la fuerza en territorios particulares que albergan tensiones complejas y en instancias narrativas con temáticas concretas y abiertas de sentido.

El deseo y las diferencias de clase se evidencian en “Sábado”, de Ana Sofía Rey, que construye la narración alrededor del baile de cuarteto; en “El Familiar” de María de los Angeles Fornero, la nocturnidad conjuga lo real y lo mítico amenazante en un entorno rural. También “La bailarina y el Karateka” de Viviana Barrionuevo escenifica, en parte, la noche. Sin embargo, la narración atiende al cuerpo, a su preparación para la danza y la mirada. “Alebrijes”, de Silvina Nicolini aborda la insatisfacción, en un encuentro perfecto, amenazado por la falta. “Sin ceremonia” de Andrea Farchetto nos presenta a Alba que, en un pueblo chico, es golpeada por

la desilusión ante los ojos de la niña que relata. Y en compensación está “Príncipe Batracio” de Soledad Galván que, con desopilante humor, deconstruye la noción de príncipe azul, “Golpes animales” de Laura Moreno rememora la experiencia de Cabrera, que fue al circo y se jugó por plata, ante los ojos de una mujer, con un contrincante singular. “Tigres”, de Patricia Avila es un thriller que tematiza la pandemia con el aislamiento de Nora en el zoológico, “Zelde” de Susana Roitman, narra, en la voz de una mujer con problemas laborales, un viaje a Rusia de los padres, para conocer a Zelde, una mujer con gravitación política. “Shibuya Tears” de Déborah Barrionuevo también relata un viaje, en este caso a Japón y de la protagonista. Una joven que ante el dolor decide huir a un mundo que le es ajeno.

Los cuentos son cortos e hilvanan formas del amor, la pérdida, el miedo y el deseo, en este “Historial de la cuerda floja”, que conforman esta antología federal impulsada por Laura Moreno.

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