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1591 Cultura + Espectáculos LA MIRADA SOBRE EL MUNDO

Conquista, esa eterna búsqueda de una verdad a través de los sentidos

La conquista ha sido la herramienta más sofisticada a lo largo de nuestra existencia, como así también la de las otras especies reinantes en este universo.
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Crédito: Lois Greenfield
María del Pilar Carabús

Por María del Pilar Carabús

La conquista ha sido la herramienta más sofisticada a lo largo de nuestra existencia, como así también la de las otras especies reinantes en este universo.

Símbolo de ello son las aves pardo, expertas arquitectas que elaboran estructuras en forma de pérgola de hasta 2 metros de ancho, cuya edificación puede tardar hasta 10 meses en construirse y varios años en ser perfeccionada. Una vez terminada esa etapa empieza el camino decorativo, revistiendo el suelo con musgos y adornando la entrada con flores y frutos de colores. Se preguntarán entonces, ¿por qué estas aves pardo son una de las 20 especies que construyen estructuras de pergolero con semejante detalle?

La respuesta es maravillosa: para atraer a las hembras. Lo interesante es que lo hacen con todo lo que encuentran en la naturaleza. Desde la cognición son capaces de recordar sus propias experiencias, para luego aprender de ellas. Esa información es usada a la hora de tomar decisiones. Su accionar se asemeja al de nosotros, aunque requiere un trato más especial, no teniendo nuestro mismo desarrollo cognitivo, su significante convierte cada acción en una obra poética del esfuerzo. Irremediablemente como acto de introspección debemos repreguntarnos. ¿Acaso los seres humanos hemos olvidado el indispensable arte de conquista?

Hacia 1889 un joven Marcelo T. de Alvear iniciaba uno de los cortejos más hermosos de la historia, empezaba un recorrido de conquista a la reconocida soprano Regina Pacini, una figura de la lírica portuguesa, hija de Pietro Pacini, director del Teatro Real de Lisboa y autor de innumerables óperas.

Regina con su voz, hacía bello lo que para nuestros cánones occidentales no existía en apariencia.

Largos años se sucedieron, donde los presentes eran constantes, Marcelo trasladó su residencia a París, para poder desde allí viajar a cada teatro Europeo donde Regina interpretaba sus Óperas. En el mientras los constantes ramos de flores, atenciones, como así también la extravagancia de comprar todas las entradas de una función para tenerla a solas. Su heroica persistencia durante 8 años no cesó hasta encontrar un sí.

Fue este el inicio de una historia de amor tan verdadera como duradera, en contra del antiguo statu quo de la época, donde una artista no estaba permitida para un miembro Patricio. Sabemos que Marcelo T. de Alvear luego se convertiría en uno de los presidentes de nuestra Argentina.

En 1907 a escondidas, desafiando los tabúes de la sociedad, se casaron en Portugal, con un policía y una criada como testigos, en una iglesia vacía. Ni siquiera pudo parar este amor la firma de un telegrama firmado por casi 500 miembros del poder de aquel entonces. Regina dejó como su creación para las generaciones venideras, la “Casa del Teatro”, institución que cobija a los actores que no tienen un hogar.

Nos conquistó.

Volvamos a la actualidad. En una era donde lo imaginario prevalece ante lo real, donde el arte de seducción se redujo a un “hola” como expresión, donde la acción se desvanece detrás de una pantalla; ¿podemos decir que el narcisismo nos está consumiendo?

Porque parece ser que ni siquiera nos importa lo que el espejo nos refleja en el mito de «Eco y Narciso». Eco, una diosa que con elocuencia le declara su amor a Narciso, quién responde con una risa burlesca, descortés y vanidosa. Claro, no había allí más que lugar para estar mirando durante horas su imagen reflejada en un estanque. Narciso, como predijo Tiresias, quedó atrapado con su imagen hasta morir de inanición admirándose a sí mismo, otras versiones aseveran que murió ahogado tras querer reunirse con su propio reflejo...

Conquistar ha sido el más bello ejercicio, como un exquisito intercambio, capaz de lograr una sinergia que hoy desaparece entre la vulgaridad de una pasividad aterradora, que se entremezcla con desidia y falta de recursos emocionales e intelectuales. La marea se va llevando los tan necesarios verbos: dar, ofrendar, brindar, ofrecer, entregar, compartir, demostrar, luchar, estar dispuestos a abrirnos.

Nos vamos olvidando que los cimientos de un vínculo son la base de un porvenir duradero, estos se construyen como el ave pardo construye su pérgola, lo que implica un recorrido, no lo instantáneo. En el transcurso hay que cultivarse, porque sin una imagen elaborada en nuestra memoria, no seremos capaces de crear un exterior con belleza, arte, contenido y solidez.

Alfredo Zitarrosa con su “Crece desde el Pie” nos engalana.

Crece la pared por hiladas

Crece la pared

Crece desde el pie, amurallada

Crece desde el pie

Dentro de su lata, la mata

Crece desde el pie

Crece desde el pie, la fogata

Crece desde el pie

Crecen los mejores amores

Crecen desde el pie

Para sus colores, las flores

Crecen desde el pie

Crece desde el pueblo, el futuro

Crece desde el pie

Ánima del rumbo seguro

Crece desde el pie

Cantan para usted los cantores

Crecen desde el pie

Un poco de fe y los tambores pueden florecer

Crece desde el pie, la mañana

Crece desde el pie

El sonido de la campana

Crece desde el pie

Crece desde el pie, la semana

Crece desde el pie

No hay revoluciones tempranas

Crecen desde el pie

No olvides que el día y la hora

Crecen desde el pie

Después de la noche, la aurora

Crece desde el pie.

La importante retórica de apoderarse de nuestro transcurrir, no es solo hacia un otro, sino hacia la conquista, hacia una pasión, un horizonte, una perspectiva, un proyecto, una idea, una ciudad, una decisión.

Cómo dice Nzim Hikmet poeta y dramaturgo turco, “Si yo no ardo; si tu no ardes, si nosotros no ardemos, ¿cómo de las tinieblas haremos claridad?”

Porque de eso se trata de encender el alma, de seducir lo que se nos antepone en el camino, es la única manera válida para alimentar nuestro deseo. Lo hacían explícito los griegos a través de la admiración por la estética, uno de los mayores regalos que pudimos recibir. El ritual de embellecer al hombre, esa creatividad en proceso, es una fuerza arrolladora que estamos perdiendo de vista. En este siglo 21 Cambalache, el gran pianista Bruno Gelber predica casi en anonimato, que la música clásica, ese sonido de los instrumentos en estado puro, ya no interesa. En el cine los silencios de directores japoneses, alemanes y franceses van diluyéndose en el ocaso. Es el ruido el que grita, no a viva voce sino en un prestissimo desafinado como una lata herrumbrada. Ver al otro en su debido proceso nos cuesta. Estamos quedándonos ciegos de sentimientos, esos que se construyen y mantienen en el tiempo. Son ahora las emociones las que manejan el timón haciendo desastres.

Cuando no todo era visible, ese querer develar el misterio, creaba una constructiva y necesaria idealización que tardaba años en ser derribada. Éramos capaces con nuestra fábrica de imaginación de generar una gran masa de artilugios como un gran incentivo de felicidad, ese transcurso hoy no viaja como antes.

¿Murieron las idealizaciones, esas indispensables para enamorarse?

Todo está ficticiamente a nuestro alcance y por ello mismo nada ES. Ya ni siquiera llegamos a “tocar” al otro. El tiempo absorbido por nuestra contingencia corre hacia una agonía de seducción a la vida misma.

¿Podremos en un mundo sin norte entender qué, lo que nos permite trascender es nuestro interior?, ese que hay que regar leyendo, impregnándonos de arte, de bellas formas, maneras, modos, movimientos, posturas, amorosidad, intelecto, usos y costumbres.

Rescatar el antiguo español como puente hacia un lenguaje enriquecedor, cuya musicalidad resuene en nuestros oídos, se contagie en el cuerpo y nos genere una emoción verdadera, que indefectiblemente se convertirá en sentimiento.

Individualmente tenemos la habilidad de cocinar con nuestras manos una cultura que nos permita trascender.

En el discurso del afuera sólo hay plástico contaminante. El sistema hace su negocio y no es precisamente nuestro bienestar y felicidad.

LA AUTORA

MARÍA DEL PILAR CARABÚS. ABOGADA, ESCRITORA, COMUNICADORA, MBA “ESPECIALISTA EN DERECHO CONSTITUCIONAL Y DERECHOS HUMANOS” (MINORÍAS Y GRUPOS VULNERABLES) UNIVERSIDAD DE BOLONIA, ITALIA.

LA MIRADA SOBRE EL MUNDO

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