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1591 Cultura + Espectáculos PERLA TURÍSTICA

Famatina, amada y custodiada

La palabra “famatina” viene del quéchua “huamatinag” o posiblemente “wamatinag” que significa “madre de los metales”. Sin embargo su valor más grande no es el oro…
Sara González Cañete

Por Sara González Cañete

Cuando llegué a este Valle sentí una fuerte sensación de pertenencia, sin saber que algún día caminaría por sus calles observando sus picos nevados, respirando el perfume de la brisa que trae a la jarilla en cada bocanada de oxígeno puro. El deja vu fue un aliado en mis momentos a solas en cada rincón que pisé, sentimientos encontrados alinearon mi camino, ya que la majestuosidad de la montaña envolvió mi alma, capturó para siempre mi admiración y devoción hacia la creación divina. Definitivamente me postré ante la inmensidad del Famatina, su energía y el poder que emana de su naturaleza, que generan una atracción irresistible.

Observando el horizonte, el Valle de Famatina se despliega como un lienzo pintado por la mano de Dios y el tiempo a su paso le dio matices privilegiados. Sus extensas llanuras, doradas por el sol que se despereza al amanecer, invitan a los sueños a vagar entre sus senderos, donde la brisa murmura secretos antiguos.

Las montañas que circundan Chilecito, como guardianes silentes, erigen sus picos altivos hacia el cielo, desafiando a las nubes que se atreven a danzar entre ellos. El famatina, con su manto de verdes tenues y rocas que narran historias de milenios, se alza majestuosamente, creando un paisaje que combina la fuerza de la tierra con la suavidad de la naturaleza. Cada quebrada y sus caminos sinuosos son un poema de contrastes, donde la piedra desnuda se funde con la tierra, y las sombras se alargan como los susurros de un amor perdido. En primavera, el valle se viste de colores vibrantes; las flores silvestres brotan como risas infantiles, mientras el aire se llena del canto lejano de las aves y el cóndor supervisa cada ladera en altura. Las vertientes, serpenteantes y cristalinas, cortan el valle con su canto de agua, reflejando el cielo en su superficie cual espejo del firmamento. Sus aguas acarician las orillas, donde la vida florece y se alimenta, tejiendo un tapiz de aromas con sonidos que envuelven el alma.

Al caer la tarde, cuando el sol se despide con un beso dorado, el Valle de Famatina se sumerge en una paleta de tonos cálidos, donde el naranja y el púrpura se entrelazan en un vals de amantes. Las montañas, bañadas en la luz crepuscular, parecen susurrar leyendas a los vientos que pasan, llevando consigo las voces de aquellos que han caminado por sus senderos, dejando una huella en la memoria de la tierra. Las estrellas, tímidas al principio, comienzan a asomarse a un cielo profundo, como ojos curiosos que observan desde las alturas.

En esta calma, el murmullo del valle se convierte en una sinfonía de serenidad, donde cada latido de la naturaleza se siente como un latido del propio corazón de la tierra. Y así, el Valle de Famatina, con su cordón montañoso como testigo, se revela no solo como un espacio geográfico, sino como un rincón sagrado donde el espíritu se renueva y la belleza resplandece en cada rincón, esperando ser descubierta por aquellos que se atrevan a soñar y a perderse en el íntimo encuentro con ella.

Tiempos turbulentos rodearon a esta montaña madre, no obstante tuvo férrea defensa de los hijos de su tierra, quienes han sabido preservarla, resguardarla y dejaron ante sus pies una parte de sus vidas. “La lucha por proteger el Famatina” se convirtió en una sola voz con ecos que retumbaron en todo el país. Ninguna situación puso en zozobra la enorme voluntad de un pueblo que defendió con garra, corazón y espíritu el sagrado cordón montañoso, legado milenario de antepasados Diaguitas.

FAMATINA TURISMO
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