Por Por Sebastián Bertolosso / @sebabertolosso
Para el año 1985 el panorama musical de Inglaterra estaba dominado por grandes bandas como The Cure, U2, The Police, Echo & The Bunnymen o The Smiths, por mencionar solo algunas, y todas conformaban una escena post metal si se quiere, aunque todavía seguían vigentes los demoledores Motorhead. Tampoco podemos olvidar que ese mismo país fue en los setentas que tuvieron el privilegio de ver nacer a la santísima trinidad del heavy metal, me refiero ni menos que a los legendarios Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath que cada uno con su estilo e impronta redefinieron el género para siempre, y sentaron las bases de todo lo que vendría en los años posteriores. Ni hablar además del rock mas clásico, que ese país no hizo mas que sacar un ícono detrás de otro como The Beatles, The Rolling Stones, Pink Floyd, David Bowie, Queen, etc, etc, etc.
Mientras tanto, en el under británico por esos días, una banda llamada “Death Cult” redefinía su nombre para pasar a ser más conocida como simplemente “The Cult”, buscando cada vez ir más allá de la escena gótica de Londres. Su sonido era una original combinanción entre el post-punk y el rock gótico los llevó hacia un nuevo lugar sonoro que quedaría plasmado en su segundo trabajo de estudio, “Love”, editado en 1985.
Tan original y disruptiva fue la propuesta de The Cult con su mezcla de post punk y hard rock que siempre ha resultado tan fascinante como influyente para todos sus seguidores y el público en general también. Si bien las influencias están claras y podemos identificar a partes de sus principales referentes a bandas como The Doors o Joy Division, el grupo siempre tuvo su propia impronta fundamentalmente por el destacado rol de dos animales musicales como Ian Astbury y Billy Duffy cantante y guitarrista respectivamente.
“Love” comienza con “Nirvana”, que sirve como punto de partida de un disco hilado a la perfección de princio a fin. Con un simple conteo de tempo de baquetas, el track inicia un recorrido esencial sobre el amor en su más amplia lectura y se presenta de manera ágil, ajustada y contundente y en su letra hace referencia al amor y a la inmensa pasión por la música, casi como haciendo referencia a esa frase de Nitzche que dice “sin música, la vida seria un error”, una de las tantas reflexiones que expresó en su trabajo teórico filosófico sobre la música como razón existencial para todas las personas. Acto seguido, en segundo lugar aparece “Big Neon Glitter”, que navega entre esas dos aguas post punk y heavy, con un ritmo sincopado que te atrapa y no te suelta hasta el final.
The Cult posee atributos muy específicos que los definen a la perfección y que en parte vienen dados en primer lugar por su talentoso frontman, Ian Astbury, carismático vocalista que supo adoptar las maneras y atuendos de un chamán gótico que sobre el escenario ha querido personificar la herencia de un inmortal Jim Morrison como principal referente, (cualidades que en el año 2000 lo llevaron a formar parte de la gira de reunión de los miembros históricos de la banda californiana titulada The Doors 21th Century) con su gran voz de barítono, pero también juego vocal y mucho carácter que lo convierten en uno de los cantantes más singulares y cautivantes de su generación, pero en segundo lugar el otro gran protagonista de esta propuesta musical, es el inmenso talento de su guitarrista Billy Duffy, el otro alma mater, es el gran artífice del sonido de la banda que cataliza toda la energía que emana el inagotable Astbury.
En tercer lugar, llega el tema que da nombre a la placa, “Love” un auténtico himno que te atrapa desde su riff inicial que da paso a un potente mid tempo que predica el amor pero con un espíritu rockero a flor de piel y que desafía un poco ese axioma que el amor solo lo predicaban los hippies en los sesentas. De hecho el track tiene un potente pulso hard rock con una guitarra que a la vez emana una energía Hendrixiana.
Una temática que ha sido recurrente a lo largo de la trayectoria de la banda es la vida de los indios nativos de América del Norte, producto del tiempo que Ian Astbury residió en Canáda en los años setenta, ahí nació su fijación por la vida de estas tribus, hecho que se fue convirtiendo en parte de su imaginario musical. Prueba de esto es el track numero cuatro, “Brother Wolf Sister Moon” que llega en clave electroacústica como una clásica balada rock dueña de una intensa atmósfera dark, que evoca paisajes y ritos de los nativos. En lo musical se notan las influencias de Led Zeppelin y de Aerosmith en su canción “Season Of Wither”, que te van metiendo en una especie de trance musical que te envuelve y no te suelta hasta el final donde aparece un brillante solo de Billy Duffy.
Otra característica de Ian Astbury en su universo lírico, y que remite muchísimo a The Doors y Jim Morrison, es que utiliza la lluvia como una especie de simbolismo para referirse al deseo, tomando además nuevamente parte del imaginario que se desprende de las creencias milenarias de pueblos originarios, hecho que se ve reflejado en el quinto tema del álbum, “Rain”, que además es uno de los clásicos más grandes en toda su discografía, donde nuevamente toma un protagonismo superlativo Billy Duffy y su guitarra, que marcan el tono apocalíptico y lisérgico con el incesante wah-wah que no nos suelta, para dar paso a la incendiaria Phoenix, donde el guitarrista sigue literalmente en llamas y la lírica resume a través del simbolismo todas las ideas sobre muerte y resurrección ligadas a la pulsión del deseo, la pasión y sus intensos e inherentes conflictos, recalcando que para llegar a ciertos lugares es necesario atravesar el fuego y no se puede atravesar el fuego sin quemarse, toda una metáfora. En séptimo lugar llega “Hollow Man”, que expresa claramente la maestría y la riqueza de un músico como Billy Duffy, que se pasea cómodamente entre el post punk y el hard rock, extrayendo un sonido contundente y a la vez finísimo que logra dar forma a un ajustado y pegajoso rock gótico que hace referencia a las visiones psicóticas y los deseos escapistas y aullidos asustadizos salidos de la descomunal voz de Astbury.
Luego aparece “Revolution” que a estas alturas ya es otro de los grandes clásicos de la banda y es un mid tempo que refleja todo su esplendor sonoro con sus dulces acordes en la exquisita guitarra de Duffy y en donde Astbury con una voz intensa entrega sentidas reflexiones que hacen referencia a la despedida y la nostalgia, hecho que se acentúa todavía más hacia el final con un coro épico en el que The Cult quiere referirse a la revolución y al amor.
El penúltimo y noveno tema, es sin lugar a dudas uno de sus más grandes himnos en toda su trayectoria, me refiero ni más ni menos que a la legendaria “She Sells Sanctuary”, que ha ocupado los puestos más altos de los rankings de rock en todo el planeta y ha aparecido en películas y hasta comerciales de cine y televisión. Con un pulso rockero adictivo pero llevado a cabo con una precisión que asusta, liderado de manera brillante por el carisma y el vozarrón de Astubury y la brillante guitarra de Duffy, hace que el resto de la banda no les pierda el paso y nos entreguen una canción verdaderamente épica. Para cerrar el disco, llega “Black Angel”, un calmo pero oscuro tema que hacia el final se vuelve épico y donde hacen referencia a la muerte como parte de la vida y que a su vez resulta inseparable de todo este proceso lírico del álbum, realzando así el carácter gótico de la banda.
En definitiva “Love”, es un álbum esencial y fundamental en la historia del rock que apareció para demostrar que dos géneros musicales que aparentemente no tenían mucho en común, podían no solo convivir en un álbum sino que hasta podían combinarse y dar un resultado exquisito de principio a fin.
Hasta las próxima.
COMBINACIÓN EXQUISITA
ARTISTA: THE CULT
ÁLBUM: LOVE
FECHA DE LANZAMIENTO: 18 DE OCTUBRE DE 1985
DURACIÓN: 51:31 MIN.
PRODUCCIÓN: STEVE BROWN
SELLO DISCOGRÁFICO: BANQUET RECORDS
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