Por Sara González Cañete
Lo conocí en el momento apropiado, oportuno y conveniente como lo es su presencia. Manuel lleva un andar tranquilo, pacífico, nada parece tener prisa en él, ha dejado atrás los días de arduo trabajo en su profesión. Disfruta cada día, elije los lugares que ha de habitar, toma conciencia de cada momento, es fiel amigo de sus amigos.
Manuel transmite una sensibilidad profunda, la que sólo poseen aquellas personas capaces de ver el valor en el patrimonio cultural. Cuando llega frente a mí, dispongo mi energía y escucha atenta a cada una de sus palabras, es un hombre sabio y noble. Comienza siempre diciendo “te pongo en contexto del porque te vengo a ver”… y sé que una historia alucinante se acerca.
Con Manuel he tejido narraciones con letras y personajes únicos en este lugar, me ha llevado encantada frente al inicio de muchos “había una vez”… tiene tradición riojana en cada poro de su alma, mide sus palabras y desata los recuerdos generosamente. Baila tango y escribe coplas, es poesía chayera, es una mirada equitativa y justa hacia el pasado y de sana veneración con el presente de muchos actores culturales.
Él ha elogiado siempre mi trabajo, aunque me apenan sus halagos… pues no serían posibles algunas historias sin su usina humana del arte. Junto a Manuel dejé solemnes saludos ante el gran Joaquín Víctor González, en Samay Huasi. Una tarde de otoño llegué a conocer la casa que en vida habitó el Dr. Santiago Bazán, un museo con reliquias históricas detenidas en el tiempo, que me mostraron el corazón abierto de un extraordinario ser humano. (Al poco tiempo la casa dejó de ser conservada en ese estado.) En mis manos sostuve sus reconocimientos, sus libros, cada obra de arte que atesoro en ese living con sillones Luis XVI. Su viuda abrió las crónicas de una vida fuera de serie, mientras Manuel sonreía amablemente ante mi inquieto asombro. Él ha tomado de la mano mi intelectualidad para nutrirla de historias riojanas, experiencias dentro de sus relatos que fueron mi inspiración en cada línea.

Manuel paso a buscarme otra tarde, condujo hasta un hermoso y enorme árbol de algarrobo… me senté en las vías olvidadas del tren, mientras él, parado frente a mi avidez de anécdotas, comenzó abriendo el túnel del tiempo. La imaginación tomó impulso y trepó las montañas del paisaje chileciteño, cuando comenzó el relato, causándome una imponente sensación de palpar la vida de cada personaje en mi mente. La hermosa transparencia de vivir entre la realidad y escuchar en la lejanía de las quebrabas el galopar de los pioneros con nombres y hazañas.
Manuel desenreda la esencia de cada personaje, lo conecta a sus legados actuales y deja en mi memoria todos los tomos de sus huellas. Sigo cautiva de ese embrujo idílico que se apropió de mi pluma, entre la historia, la cultura, tradición, viñas, olivos y montañas… con caudillos que galopan al son de epopeyas de gloria.
Es ineludible el agradecimiento constante al aporte valioso de la cultura que Manuel genera dentro y fuera de la Perla del Oeste. No es simplemente parte de ella, tampoco se ajusta a ser un gestor cultural, es un actor principal en cada episodio donde él es, permanece y seguirá siendo… Manuel Vilte conoce desde las entrañas el patrimonio riojano, reconoce lo que dignifica y destaca el arte, la música, literatura y todas las aristas alrededor de cada una de ellas. Un día escuché sonar su caja chayera en el patio más emblemático de Chilecito: “El patio de los Vilte”. Su voz cruzó el umbral de las coplas que salieron de su alma, vibrando en el tono adecuado y dejando entrever el amor eterno que se queda sobre el cuero de una caja. Manuel está hecho de música, de relatos, de tiempos con amigos, de dolorosas despedidas, de lágrimas y risas alrededor de una mesa. Está hecho de lealtad y cariño, es de buena cepa riojana.
Él es un patrimonio y un baluarte en sí mismo, lo observo en su humildad humana que lo vuelve aún más grande, su voz se detiene si la emoción traspasa el momento, respira y me mira a los ojos. Manuel no lo sabe aún… pero está labrando en mi mente recuerdos imborrables, un día ese capítulo tendrá su nombre y en el podrán caber mil vidas. Manuel me enseñó cómo estar de forma omnipresente sin que nadie lo advierta, a través de cada refugio en el camino… Lo vi abrazar a un amigo sin luz en los ojos, con el amor más leal que el ser humano es capaz de sentir… el de la amistad. También lo escuché despedir a ese mismo amigo, mientras la luz de su vida se evaporaba lentamente. En todos sus momentos no faltó la honestidad y la convicción de sus actos.
Una mañana toqué las manos de la Tona Páez… y sí… ahí estaba con Manuel, algunas horas de magia se hicieron presentes para detener el aire sobre aquella mujer de inmenso poder, dueña de una valentía, temple e integridad a toda prueba. Comprendí aquel día, porque estas tierras horadaron la historia Argentina con tantos hijos próceres que dio a luz. Hay un plus en la raza diaguita que se preserva hasta la actualidad en algunas pocas personas… aquellas que van pasando la antorcha a otras generaciones.
Mi admiración genuina para el hombre que ha sabido darme el regalo más valioso en este lugar, un libro abierto que he leído e interpretado con sus protagonistas. Una aventura inmersa en días que parecen simples al perecer, pero han sido majestuosos como el espectáculo que brinda un ocaso con sus mejores matices fulgurantes.
¡Defino una parte de Manuel en estas letras que buscan darle real honor a tan increíble ser humano! Hay mucho más en él… mientras tanto este sigue siendo mi claro del bosque favorito.
Piensa como un hombre de acción, actúa como un hombre de pensamiento (Henri-Louis Berson)
Manuel Vilte: un amigo que el destino me dejó como obsequio en el camino. Una ofrenda de las causalidades para darle vida a leyendas olvidadas…
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