
Hace un tiempo en la incomodidad del escepticismo de madurar, me pregunto ¿por qué los años nos llevan a dejar la desmesura? Desmesura cuyo exceso en sí es necesaria para vivir intensamente.
Una ecléctica sinfonía de realidad llega luego de tanto, pero ¿para qué?
Los repetidos intentos de lo posible y lo imposible ofician de termómetro filosófico transformador.
El camino recorrido deja de ser apetitoso cuando la superficie se convierte en polvo. Se deshacen esos edificios ficticiamente inalcanzables en nuestra infantil estructura unificada a la fuerza. Ahora se divisan casas victorianas de un solo piso como en el Londres central.
La magia de ser real pasa a ser el alimento a consumir materialmente. Aparece un equilibrio que asusta incluso a las aves que sobrevuelan el agua como ruta a seguir. Aunque la esperanza retorna cuando el movimiento engalana nuestro espíritu.
¿Será que esos golpes hechos heridas dogmáticas en el cuerpo no llegan a cicatrizar en nuestra inercia?
¿Será que ese acuse de recibo conforma un nuevo yo necesario para elaborarnos un poco más?
Paradojalmente llega nuestro gran Nietzche interpelándonos a través de su libro “Sobre la verdad y la mentira” con su interrogante: ¿Para qué sobre todo conciencia cuando en lo principal es superfluo? Forzar en pos de lo cultural implica un ejercicio casi suicida. Somos animales de una exigencia circense.
Señala Niezstche la sospecha de que la conciencia en general se desarrolla bajo la presión de la necesidad de comunicación de hombre a hombre, específicamente entre el que manda y obedece…
Perdón por interrumpir…
Con tanto alrededor establecido lo primitivo queda fagocitado por lo social. La identidad hoy es un desnutrido escaneo del afuera. Desarrollar un sentido propio basado en nuestro instinto animal se ha vuelto una epopeya. La domesticación de nuestra especie es pornográfica, lo evidente a seguir es obsceno.
Observe usted en la calle como nos definimos, observe usted los diálogos, las elecciones, los alimentos, los debates, las modas, las ciudades, los padeceres, las mascotas, nuestros lugares para vacacionar prostituidos.
Elegimos someternos al patrón de SER lo que alguien quiere que seamos por conveniencia pura. Mecanismo desleal-maquiavélico de la maquinaria.
Intento interrumpir para ver si aun algo podemos decidir… ¿o será que el mismo sistema sodomizó nuestras pasiones?, esas que también nos inventó.
En las actuales ferias de arte, ¿ve usted alguna obra de arte que lo transforme o emocione cómo en la época flamenca de Peter Brueghel el viejo? Recordemos el vuelo artístico de uno de los mayores referentes de la pintura del siglo XVI, que además oficiaba en sus trabajos de antropólogo y sociólogo, describiendo la realidad de aquella sociedad medieval como nadie.
Sí nos referimos a la música, ¿acaso no siente usted el vacío de acordes y contenido de esta nueva creación de la industria musical llamada trap?
¿Trascienden en el tiempo las series y películas de las plataformas, como solía suceder con el cine de culto de Bergman?
No parece tener demasiado sentido que haya desaparecido la educación y el conocimiento como temática. Qué el dinero suplante toda narrativa de propósito genera perversión y angustia.
Siendo el mundo exterior nuestra creación, lo que sucede no es más que un espejo de agua de lo que estamos siendo.
La renta ambiental de la que pocos hablan se encuentra escondida tras algunos conceptos mal denominados, impacto ambiental-daño ambiental, lo que debiera ser uso de bien colectivo, al convertirse en bien individual, empezó a ser vendido como producto, empezando así el colapso.
Impedir el uso libre de la naturaleza lo convierte en un bien.
Renta del paisaje, renta de la degradación la denominan los autores de “El impacto de la globalización”. Son los llamados “free riders”, empresas que no realizan inversiones ambientales, quiénes vienen usufructuando-nos. El resto de los mortales como consumidores pagamos el costo del desequilibrio, en síntesis el descalabro se distribuye siempre arbitrariamente, por ende el concepto de capital humano es hoy una mentira.
Hoy la naturaleza se ha convertido en la principal renta, por ello la desesperación de conquistar otros planetas posibles de ser usurpados.
Se prostituye el Tirol del Sur
Con la explotación de su lago Braies
Abarrotado de alienados pasajeros
Intentando absorber una bocanada de burlesca felicidad
Venecia ahogada de transeúntes
Pide ayuda a Florencia con su David manoseado
Casi a punto de morir asediado
Nuestro Louvre desaparece como valor artístico
Ante una marea que lo visita
al son del sofisticado entretenimiento de turno
Aviones como recipientes descartables
Diseñados con el estatus de un decadente parque de diversiones
Disney vuelve a ser vanguardia
¿Qué queda por prostituirse?
LA AUTORA

MARÍA DEL PILAR CARABÚS. ABOGADA, ESCRITORA, COMUNICADORA, MBA “ESPECIALISTA EN DERECHO CONSTITUCIONAL Y DERECHOS HUMANOS” (MINORÍAS Y GRUPOS VULNERABLES) UNIVERSIDAD DE BOLONIA, ITALIA.
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