
Afuera en el mundo de nosotros los transeúntes, ya no se observan sombreros, trajes, ni relojes de mano. La prestancia de una postura como símbolo de la burguesía optó ya por un minimalismo asexuado.
El dominio de la teoría y de la práctica del “Arte de Amar” de Erich Fromm, más que un acto hoy se convierte en una pose inerte. La dedicación como acto es anulada por la inercia misma de la coyuntura.
Desdibujado el entendimiento sobre lo que el dar produce: nada más y nada menos que -felicidad-. Siendo ese mismo acto-ejercicio una expresión de vitalidad, fuerza y riqueza, se evapora el cuidado, la responsabilidad y el respeto como enumera Fromm. Se diluye en síntesis la preocupación activa, el respeto voluntario por las necesidades del otro, ese poder mirar, poder ver la individualidad única de la otra persona. El querer conocer como -forma de afirmar la vida-.
Es el Erotismo: ese vibrar a través de las fuerzas que intervienen como posibilidad de creación de un nuevo espacio. Única forma de combatir la muerte.
Tan necesario el imprescindible artilugio de querer salir de sí, esa renovación de vida erótica.
“El Erotismo es entonces un síntoma que amenaza a cada instante con restarle valor a un mundo fundado en la utilidad y el trabajo. Un punto de entrada a lo desconocido”. Georges Bataille
Pero volvamos al trabajo corporal de esas calles de los años 30 con sus sombreros como signo de elegancia y seducción, o la escucha poética de una llamada telefónica por el solo hecho del placer en sí, la sonoridad del mensaje en si… ¡Qué belleza!
Encontrar una voz diferente a la de uno, el deseo por la alteridad.
Dado que la historia a lo largo de sus años se dedicó a la represión de los instintos naturales para construir esto que llamamos civilización, pasamos del principio del placer al de la realidad. En ese puente es que fuimos perdiendo el rumbo hasta alienarnos.
El fantasma de la “ultra-realidad” lo llama Baudrillard. Allí donde todo pierde sentido, allí donde aparece la indiferencia.
Pensemos: ¿por qué llegamos a esta instancia?
Respuestas varias con Herbert Marcuse en su fundamental libro “Eros y Civilización”.
Del principio del placer a la realidad, la civilización como una entelequia que lucha contra la libertad de satisfacción inmediata.
Hoy Proletarios y Burgueses luchan por la supervivencia del sistema, la fuerza revolucionaria de lo que supo ser la clase trabajadora se volvió conservadora por el mismo acceso al sistema. No existe tal choque de clases, ha desaparecido esa concepción Marxista.
Hoy existe la libertad de elección del amo, una libertad administrada - represión instintiva. Fuente indispensable de la productividad propia del sistema.
Existe una total identificación del individuo con su sociedad, el pensamiento crítico está subordinado a una minoría.
Eros no tiene la suficiente potencia para una revolución.
Un nuevo nivel de alienación coexiste a través de un aparente aumento de posibilidades de elección. A pesar que ya tenemos lo necesario, necesitan mantenernos ocupados por una mayor ganancia que no tiene límite. Reconocemos nuestra alma en las mercancías dice en “El Hombre Unidimensional” Marcuse: en un automóvil, una vivienda, un reloj, quizá ese que en los años 30 colgaba de la mano sin ninguna intención más que la de un accesorio de elegancia. Hoy ese símbolo es la única manera de pertenecer, si y sólo si.
Sin agentes de cambio anulando las contradicciones por la indiferencia, las alternativas para desafiar el sistema parecen errantes.
Por si fuera poco los medios de comunicación: mediadores entre amos y sus servidores. Disuelven la tensión entre apariencia y realidad.
Es decir estamos en una guerra postmoderna silenciosa, donde el lenguaje ya no identifica la razón y el hecho. Solo se consumen imágenes parcialmente editadas como en el cine.
Lo maravilloso es que pensamos que estamos en una era plagada de rituales mágicos con la creación de algoritmos.
La negación y la indiferencia son las herramientas.
“Positividad sin Apelación. El asesinato de lo negativo, el crimen de lo racional, la victoria de lo virtual. El fin de la muerte, el fin del rostro acosado por la cirugía estética, el fin del mundo que se borra con la realidad virtual. El fin de cada uno de nosotros. La muerte del otro en vias de diluirse en la comunicación perpetua”. Jean Baudrillard – “El Crimen Perfecto”
En este nuevo mundo donde la ilusión es el factor capaz de impugnar lo real, la indiferencia (falta de diferencia) acaba con la seducción. Todo se iguala y relativiza.
Mientras tanto en la paradójica sociedad de la diversidad, el otro es el enemigo, no hay espacio para el erotismo, ese encuentro de canalización de nuestra bestialidad.
Ante la ausencia del otro por la realidad apática inducida por el tedio, debemos producir, inventar otro “como diferencia”.
Nace un nuevo Nacismo, individuos pasivos inertes dice Baudrillard.
Usar el ímpetu del deseo como motor -no para la guerra, sino para crear un erotismo que canalice nuestra sexualidad hacia un encuentro que ame las diferencias, como una posible fusión de conceptos enriquecedores, que nos permitan amar a un otro-como un alma con su carne, no despojada de ella.
Nos debemos ese pacto entre nosotros para buscar un sentido de existencia sin reconocernos como mercancías.
Nos debemos reconocer que lo atemporal existe y tiene un nombre: Amar.
LA AUTORA

MARÍA DEL PILAR CARABÚS. ABOGADA, ESCRITORA, COMUNICADORA, MBA “ESPECIALISTA EN DERECHO CONSTITUCIONAL Y DERECHOS HUMANOS” (MINORÍAS Y GRUPOS VULNERABLES) UNIVERSIDAD DE BOLONIA, ITALIA.
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